Desierto Blanco (día 3: lunes, 26 de julio de 2010)
Hemos quedado a las 7 de la mañana para ir al Desierto Blanco. Como ayer llegamos un poco tarde, hoy nos espabilamos para que no nos tengan que esperar y bajamos a esperar a la calle. Se sorprenden de que estemos en la calle y les decimos que para compensar el retraso del día anterior.
Viene el otro guía en castellano. Este se llama Wafi. Nos esperan unos 450 km. hasta Bahariya. Allí cambiamos la minivan por el 4×4 para otros 150 km más.
En Bahariya nos recoge un chofer beduino. Para que no llevemos nuestro equipaje en el 4×4 y se ensucie de arena, lo guardan en la minivan hasta nuestro regreso. Sólo nos llevamos las mochilas. En esta excursión nos entra pensión completa y todas las bebidas: aguas y refrescos. Ellos llevan una buena nevera llena de botellas de agua congelada que lo mantiene todo fresquito.
Lo primero que vemos es el desierto negro, que evidentemente se llama así por su color, y es negro por los trozos de carbón.
Luego subimos a una duna, a gran velocidad con el 4×4 y luego la podemos escalar andando.
Ahora nos llevan a una montaña que hay que escalar. Hay un grupo que está bajando y van escoltados por policías con metralletas. Las mujeres subimos hasta más de la mitad, pero hace muchísimo calor y encima no hemos cogido el agua. Además es casi la hora de comer y nos fallan las fuerzas. Los hombres son unos rajados y se quedan descansando en el coche.
Después vamos a una balsa de agua termal, donde hay un puesto beduino. La gente aprovecha para descansar y lavarse en la balsa. Nuestra hija estaba destrozada de la subida a la montaña anterior y le apetecía bañarse a pesar de no llevar los bañadores y se metió con ropa. Esto le ayudó para recargar pilas. El agua está fresquita y con mucho contenido en hierro. Lo digo porque la camiseta la tuvimos que tirar puesto que quedó manchada de color marrón, como de óxido.
Comemos en un poblado beduino. La comida consiste en: habas con salsa, ensalada de atún con cebolla, ensalada de tomate con queso y patatas chips. Parece poco pero no nos quedamos con hambre. Es más, nos costó acabárnoslo. Todo buenísimo. (Se nos olvidó fotografiar la comida…)
Luego fuimos a la montaña de cristal que fue un poco decepcionante porque son piedras de cuarzo que tienen que brillar con el sol y casi no brillaban. Las fotos que vi por internet eran muy guapas pero al natural no se veía tan chulo.
Vamos a Aqabat, el Valle de las maravillas, y era realmente una maravilla. Fue precioso. Íbamos por medio del desierto sin ver nada cuando aparecen de golpe unas formaciones rocosas inmensas e impresionantes. Estuvimos allí un rato relajados viendo aquello tan bonito. Nuestra hija aprovechó para revolcarse por la arena y el guía para rezar, pues Wafi era musulmán.
Y ya para terminar llegamos al desierto blanco, que también se llama así por su color, que viene dado de unas formaciones calcáreas blancas. El desierto blanco es espectacular, parece que estás en otro planeta. Da la sensación que hay nieve en el desierto. Además las rocas calcáreas toman formas que pueden parecer una seta, un pájaro, o lo que tú te quieras imaginar… A pesar de que vimos por allí otros campamentos preparándose para pasar la noche, la sensación de paz era enorme. Nos descalzamos para andar un rato por la arena y luego nos tumbamos a escuchar… Con deciros que se nos taponaban los oídos con el silencio, era como cuando subes a gran altitud, o como cuando coges el avión que se taponan los oídos, pues era la misma sensación pero causado por la nada. Indescriptible.
Allí el beduíno nos organizó el campamento, estratégicamente situado cerca de una gran roca con forma de gallina, para que pudiéramos tener cierta intimidad. El campamento consistía en unas jarapas en el suelo, para dormir unos colchoncitos muy finos y a nosotros nos separaba una especie de biombo. Ellos se pusieron al otro lado del 4×4. Y de techo, pues la luna llena y las estrellas. Alucinante.
El beduino encendió fuego y preparó una cena con pollo a la barbacoa, envuelto en papel de plata y puesto sobre el fuego directamente. De acompañamiento hizo un arroz blanco buenísimo, no hervido sino suelto y unas patatas con salsa de tomate también deliciosas. Nos sobró un montón de comida y estaba todo delicioso. Pero no se desperdició la comida porque por la noche teníamos unos visitantes que son unos zorrillos que se acercaban todo el rato para alimentarse. Las sobras se las dejamos a ellos y por la mañana no quedaba nada. Mi preocupación era si habría serpientes y me dijeron que en este desierto no hay. De hecho no podrían sobrevivir puesto que las formaciones calizas son duras y si se arrastraran por encima se rajarían.
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